Ingrid Bentancourt, el personaje y la persona

La liberación de Ingrid Bentancourt, luego de seis años de cautiverio, derivó en su inmediata exposición mediática y hasta el dramático reencuentro con sus hijos se realizó frente a las cámaras de televisión. Desde que bajó del helicóptero que la trajo de regreso a la libertad no le han dado respiro…

y, envuelta en especulaciones y conjeturas, tuvo que salir al ruedo político, enfrentar a la prensa, departir con sus pares, viajar a París, entrevistarse con el Presidente Sarkozy y a Roma para encontrarse con el Papa.

Estando en París tuvo un ataque de pánico. De manera involuntaria e imprevista su hijo apagó la luz del baño y al encontrarse sola, en medio de la oscuridad, el personaje mediático se desmoronó y el miedo volvió a apoderarse de ella. En su desequilibrio pensó que sería nuevamente víctima de las FARCS o que su liberación había existido solo en su imaginación. La pesadilla volvía a hacerse realidad.
En un reportaje concedido a cuatro medios latinoamericanos admitió haber vivido experiencias muy duras de las que no iba a hablar y que le costaba mucho su reinserción en la civilización.

Seis años de secuestro y cautiverio en la selva, separada de su entorno afectivo, injustamente privada de su libertad, en constante tensión, librada a la ley del más fuerte y viviendo cada día al filo de la muerte no pasan en vano. La voracidad de los medios le exige el olvido de la persona porque lo que vende es el personaje, pero ¿qué pasa en su interior?

En el año 1973, en Estocolmo, un grupo de delincuentes asaltaron el banco Kreditbanke y tomaron rehenes a los que retuvieron durante seis días. Llamó la atención de los expertos la dependencia emocional que los secuestrados establecieron con los secuestradores. Kristin, una de las víctimas, al ser liberada besó apasionadamente a Olafson, uno de los secuestradores y al poco tiempo rompió su compromiso matrimonial para casarse con él. Otros de los cautivos se negaron a testificar en el juicio y solventaron los gastos de la defensa de los delincuentes.

Se especula que la víctima sufre un desamparo psíquico, sabe que su vida o su muerte dependen únicamente de la decisión o el humor de su opresor, y esto produce una regresión a nivel inconsciente. Una vez en libertad, se siente agradecida por haber conservado la vida y establece un vínculo enfermizo de dependencia con los captores. El victimario se ha transformado para la víctima en una figura paterna porque durante el cautiverio era quien establecía los límites, proveía la alimentación y determinaba el castigo. Este extraño fenómeno, todavía en estudio, se conoce como “Síndrome de Estocolmo”.
Ingrid Bentancourt pasó 2.321 días de cautiverio en plena selva colombiana; si con solo seis días los secuestrados de Estocolmo acusaron el impacto, es lógico pensar que un período tan extenso haya dejado hondas huellas en la psiquis de la ex candidata a la presidencia.

Otro aspecto importante que debe considerarse es la necesidad que tiene el ser humano de tener cerca a sus afectos. Cuando los vínculos afectivos por obra del tiempo y la distancia se debilitan, se establecen otros. No es descabellado pensar que en este caso, bajo la presión de las circunstancias, se hayan establecido vínculos cuya calidad tendrá la víctima que revalorizar en su intimidad, con la ayuda profesional y espiritual que corresponda. Los medios señalaron algunos detalles llamativos en la relación con su familia y con Clara Rojas, su compañera de cautiverio liberada con anterioridad, lo que indicaría que hay cambios en los vínculos afectivos.

Todos estos indicios están indicando que detrás del personaje que muestran los medios está la persona, que no puede emerger y resolver sus conflictos bajo la luz de los reflectores televisivos o los flashes de los fotógrafos. Una persona que ha vivido esta experiencia necesita reconcentrarse en su intimidad, meditar y evaluar su pasado en vistas a su futuro,  analizar su mundo emocional y fortalecer los vínculos afectivos o establecer otros. Pero la sociedad actual es impiadosa,  el caso de Ingrid Bentancourt interesa por sus aristas políticas y cuando el foco apunta a lo personal lo hace para hurgar en los recovecos oscuros de la experiencia vivida y para publicitar el detalle escabroso que puede acrecentar el impacto e incrementar las ventas.

Pero detrás del personaje está la persona con todas sus cargas de angustia y sufrimiento, con materias pendientes que tiene que resolver, con sus afectos deshilachados que hay que recomponer. Por ahora todo eso está ahogado por el vértigo de la política y la presión de la prensa. ¿Qué sucederá cuando todo esto pase y entonces Ingrid, así a secas, se encuentre en soledad consigo misma?

Salvador Dellutri
Publicado originalmente en “Aquí la Noticia”.

2 comentarios sobre “Ingrid Bentancourt, el personaje y la persona

  1. Muy comprensivo tu artículo Salvador y estoy de acuerdo en parte con él. Lamentablemente, Ingrid como persona ha sido y no ha dejado de ser, no es la mejor persona y tanto ella como su familia son ser seres humanos muy poco apreciados en nuestro país, por sus deficientes calidades humanas tanto antes como despúes del secuestro. Tristemente, los medios de comunicación fuera de nuestro país, los hacen ver como lo que realmente no son pues ellos tienen allí el poder para manipularlos (caso Francia). Es por ello que aquí, donde realmente los conocemos y sabemos qué clase de personas son, no creemos lo que dicen afuera, pues allí les es fácil parecer lo que no son porque no los conocen y es por ello, que afuera creen que son diferentes a lo que realmente son.

  2. Es importante verificar las mediciones realizadas en Colombia, en relación con la popularidad de Ingrid, las cuales eran bajas durante su campaña presidencial antes del secuestro, pero una vez liberada, dichas mediciones no eran solo bajas, sino excesivamente bajas. Ella es totalmente impopular en su propio país, pues aquí sí conocemos quienes son ella y su familia.

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