Cine y eutanasia

El film de Clint Eastwood “Million Dollar Baby” y otro titulado “Mar Profundo” quieren aportar su visión sesgada sobre la eutanasia.

Es preocupante el abordaje que ambos films hacen de un tema sumamente complejo y delicado que amerita una profunda discusión donde se evalúen todos los factores convergentes. Pretende dejar en el espectador la sensación de que ha realizado un acto compasivo, encomiable, necesario y que se es la única opción.El cine logra conjugar ideas y emociones por lo que resulta peligroso que instale una idea superficial sobre un tema tan espinoso apelando a una historia particular y sin discutir todos los aspectos del problema. Million Dollar Baby y Mar Profundo no pasaron desapercibidos, ambos fueron films laureados, y esto marca una tendencia a colocar en el imaginario colectivo una visión frívola de un problema serio, dando una respuesta emocional a lo que necesita una argumentación racional. Porque estamos hablando de la muerte, y no es un tema menor.

La palabra Eutanasia viene del griego y significa “buena muerte” y todos, ante lo inevitable del desenlace, aspiramos a un buen morir. Pero los avances de la ciencia y la tecnología sumados a las características de nuestra cultura hacen que el tema merezca una seria reflexión moral.

En el pasado los hombres morían como resultado de enfermedades infecciosas o contagiosas como la gripe, la neumonía o la tuberculosis; en el presente las causas variaron y mayoritariamente son causa de muerte los trastornos cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades degenerativas crónicas o los accidentes. La expectativa de vida aumentó durante los últimos 160 años a razón de tres meses por año; la muerte nos llega más lentamente, el período de deterioro es mayor y, en muchos casos, la persona está demasiado tiempo desvalida o dependiente.

También ha variado la forma de morir: antes la muerte alcanzaba a la persona en su casa, contenido emocionalmente por su familia, con el auxilio espiritual y emocional que necesitaba mientras que hoy se muere en centros de salud, aislados en salas de cuidados intensivos, en soledad, sin contención emocional ni espiritual. También la familia ha variado sus costumbres y trata de alejar al moribundo del hogar porque prefieren que el óbito y el velatorio se produzcan lejos de la casa familiar. El clima con respecto a la muerte se va deshumanizando, la presencia familiar y religiosa van perdiendo consistencia y la tecnología preside en forma avasallante la escena del desenlace.

En el mundo grecorromano eutanasia designaba una muerte deseable, sin sufrimiento, pero en el mundo moderno ha cambia-do su significado. En los siglos XIX y XX se enfatizó la calidad de vida y estimaban que cuando no existe la calidad deseada puede procederse a la eutanasia, con la que se designa al homicidio como un presunto acto de compasión. Eso polarizó las opiniones porque muchos consideran que el hombre no puede arrogarse la atribución de poner fin a la vida de un semejante por lo tanto la eutanasia es lisa y llanamente un asesinato.

Para los defensores de la eutanasia la vida plena es la única que merece ser vivida, y en caso contrario puede suprimirse sin que esto constituya un delito. Peter Singer afirma que en el caso del Alzheimer, la pérdida de memoria o movilidad, la persona pierde su calidad de tal y puede practicarse la eutanasia. Entre otras cosas afirmó que “es más respetable un cerdo sano que un niño con síndrome de Down”. Este es un extremo sumamente peligroso que no contempla la dignidad del ser humano y desemboca rápidamente en prácticas que pueden asimilarse a las de la Alemania Nazi.

Por el otro lado está el encarnizamiento terapéutico que produce la “distanasia” – el mal morir – donde se retrasa todo lo posible el advenimiento de la muerte inflingiendo al paciente sufrimientos innecesarios y utilizando métodos desproporcionados que prolongan la agonía y retrasan la muerte solo algunos días u horas. Ambos extremos, la eutanasia y la distanasia, son peligrosos porque tenemos que tener presente que esto sucede en medio de una puja de intereses entre las obras sociales y los centros de salud que terminan por enturbiar más el panorama.

Hoy se habla de “ortotanasia” o el correcto morir que equidista de la eutanasia y la distanasia negando tanto la muerte inducida como el ensaña-miento terapéutico. En este caso se acepta el destino humano y, en un acto de humildad, se reconoce que el hombre necesita una res-puesta trascendente que tiene que venir de Dios y debe recurrir al auxilio de la fe.

Como vemos es un problema complejo que no puede instalarse desde la frivolidad del cine y necesita una discusión profunda y una respuesta metafísica y espiritual consistente. Por nuestra parte adherimos a lo que dijera Jean Rostand (hijo de Edmundo Rostand el autor de Cyrano de Bergerac): No hay ninguna vida, por muy degradada, deteriorada, rebajada o empobrecida que esté, que no merezca respeto ni que se la defienda con denuedo. Tengo la debilidad de pensar que el honor de una sociedad radica en asumir, en aceptar el oneroso lujo que supone para ella la carga de los incurables, los inútiles, los incapaces; yo mediría su grado de civilización por el esfuerzo y la vigilancia a que se obliga por mero respeto a la vida.

Pr. Salvador Dellutri

Un comentario sobre “Cine y eutanasia

  1. Gracias Salvador por tratar este tema tan delicado y tan controversial en la sociedad de hoy. Lamentablemente la sociedad de hoy quiere hacer creer que el ser humano nació para vivir una vida plena de salud y bienestar y no se enfatiza en que el sufrimiento es parte natural como lo son los demás órganos que compone nuestro cuerpo. Necesitamos mas información sobre este tema tan crucial. Dios le conceda mucha salud y algún día pueda conocerlo personalmente. Un abrazo desde Puerto Rico

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