Impredecible violencia

Para pensar sobre la violencia de nuestra sociedad.

Por Salvador Dellutri*

La violencia crea más problemas que los que resuelve, y por tanto nunca conduce a la paz. Martin Luther King.

El 28 de junio de 1914 el Archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía Chotek fueron asesinados en Sarajevo por el nacionalista serbio-bosnio Gavrilo Princip. Con esto se encendió la mecha de la Primera Guerra Mundial que se inició el 28 de julio de ese mismo año y se prolongó hasta el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones de rendición.

En agosto de 1914, Gran Bretaña declaraba la guerra a Alemania y entraba en la conflagración mundial. En un reportaje posterior, Joe Armstrong, del Leal Regimiento de North Lancashire afirmó: “Bueno, yo pensaba lo mismo que todos los demás. Todo el mundo decía: —En Navidad ya habrá terminado y tienes que partir pronto; de lo contrario, no vas a ver nada».

Los europeos presumían que en cuatro meses se terminaba el conflicto. Pero no fue así. La guerra se prolongó por cuatro largos años, dejando un saldo de entre nueve y diez millones de muertos en combate, veinte millones de soldados heridos y más de siete millones de víctimas civiles. Generó cientos de miles de huérfanos y viudas; millones quedaron desfigurados, amputados y con discapacidades permanentes. Muchos murieron con posterioridad como consecuencia de las heridas sufridas o enfermedades contraídas en el frente.

Todos sabemos cómo empieza la violencia, pero desconocemos cómo termina y las consecuencias que acarrea. Es relativamente fácil incitar a la violencia pero luego que se desata el Leviatán es imposible detenerlo.

Estamos en una escalada de violencia nacional e internacional. Las continuas amenazas por parte de Corea del Norte, Estados Unidos, el Estado Islámico, China y Rusia son las más visibles porque afectan lo internacional. Pero en el microcosmos nacional los fanatismos y fundamentalismos ideológicos están sembrando continuamente odio y manifestando aristas peligrosas de violencia. La pérdida de racionalidad en la evaluación de los hechos, la acción perversa de los activistas ideológicos y el desatinado discurso de los radicalizados hace que se desemboque en la violencia. La pasividad de los gobiernos y la insensatez de los jueces aportan al crecimiento progresivo del problema.

Dejemos bien claro: todos tenemos el derecho a disentir, discutir y manifestar nuestras ideas; pero a nadie le asiste el derecho a insultar, destruir, agredir. A cara descubierta, haciéndonos responsables de nuestros actos, podemos hacer conocer nuestra opinión. Cuando se actúa amedrentando al prójimo, destruyendo y agrediendo con la cara cubierta, estamos ante vándalos inadaptados que deben ser condenados porque son personeros de la violencia.

Nos hemos convertido en una sociedad violenta. Hay violencia en las escuelas, en las calles, en el tránsito, en los redes sociales, en la familia, en los eventos deportivos, en los discursos políticos, en las series de televisión, en el cine. Todo parece estar impregnado de odio y violencia.

El problema es que hemos naturalizado la violencia, se hizo habitual; rápidamente los hechos violentos pierden el impacto mediático y desaparecen para dar paso a otros hechos todavía más graves. El asombro y el escándalo del principio dio paso a la actual indiferencia.

Los cristianos miramos con mucha preocupación estos hechos. Jesús habló sobre la violencia, en el Sermón del Monte dijo: “No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra”. Algunos se burlan de estas palabras, creyendo que promueven la cobardía. Ignoran la forma oriental de hablar: lo que Jesús quiso decir es que no debemos contestar a la violencia con más violencia, sino encontrar el camino de la racionalidad.

Jesús fue abofeteado por un siervo del Sumo Sacerdote judío. Le contestó: Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas? Era la forma de poner la otra mejilla.

Concluyamos esta reflexión con las palabras de Jesús: Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.

*Salvador Dellutri: Pastor, Profesor, Periodista, Conferencista y Escritor de libros como: “El mundo al que predicamos”, “En Primera Persona”, “Las Estaciones de la alegría”, “Hay que matar a Jesús”, “El desafío posmoderno”, “La Fe y el sentido de la vida”, “Ética y Política”, entre otros. Produce dos programas de Radio Trans Mundial, “Tierra Firme” y “Los Grandes Temas”.

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