La Reforma y la Biblia

Por Salvador Dellutri*

Esto hace más seguro el mensaje de los profetas, el cual con toda razón toman ustedes en cuenta. Pues ese mensaje es como una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana salga para alumbrarles el corazón. Pero ante todo tengan esto presente: que ninguna profecía de la Escritura es algo que uno pueda interpretar según el propio parecer, porque los profetas nunca hablaron por iniciativa humana; al contrario, eran hombres que hablaban de parte de Dios, dirigidos por el Espíritu Santo. 2da Pedro 1.19 al 21

Este es un aniversario especial: se cumplen 500 años de la Reforma, ya que fue el 31 de octubre de 1517 el día que Martín Lutero colocó las 95 tesis en la puerta de la Abadía de Wittenberg, fecha en que se conmemora el inicio de la Reforma. Sin embargo, temo que este año vayamos a ser injustos. Es una fecha muy importante, pero es la culminación de todo un proceso que llevó más de cuatro siglos; no se puede ignorar que tiene sus profundas raíces en la cultura. Fueron cuatro siglos de vientos reformistas que eclosionaron con Martín Lutero.

Hay muchos antecedentes, y creo que es éste un momento importante para rescatar la historia completa y destacar que el principal actor de la Reforma no fue ninguno de estos hombres, sino la Palabra de Dios. Por eso comencé con el pasaje de la segunda carta de Pedro, porque para entender lo que sucedió en la Reforma hay que comprender cómo funciona la fe cristiana.

El cristianismo es una fe revelada a través de un libro: tenemos la Biblia, la palabra de Dios. En el comienzo del libro de Éxodo, Dios le ordena a Moisés: “Escribe”. Cuando comienza Jeremías su ministerio, Dios le dice: “Escribe”. Asimismo Isaías y Ezequiel comienzan sus ministerios con la misma sentencia de Dios: “Escribe”. Parece que es una obsesión de Dios que todo quede escrito. Estos grandes siervos escribieron la voluntad de Dios en papiros y pergaminos que fueron cuidadosamente conservados por mucho tiempo. La fe tenía que asentarse en una base sólida: el cristianismo tiene esa base firmemente fundamentada en la Palabra de Dios.

Pensemos qué hubiera sucedido si en vez de tener la palabra de Dios escrita como base de fe, tuviéramos solamente la tradición oral: la mentira, la fantasía y los agregados humanos hubieran incidido tanto que hoy no sabríamos bien en qué creemos; practicaríamos nuestra fe tal como la recibimos, sin saber si en los dos mil años de la historia del cristianismo han habido cambios o no. Por eso, Dios estableció su Palabra para que cada generación pueda ir a la fuente, investigar en la Biblia cuál es la base del cristianismo. No dependemos de tradiciones y por eso podemos corregir el pasado.

Muchas veces. La iglesia perdió el rumbo. Lo ha retomó cuando volvió a abrirse la Palabra de Dios. Lo que sucedió en la Reforma fue  justamente eso: la Palabra de Dios golpeó fuertemente en la mente y el corazón de los creyentes, porque el Espíritu Santo siempre ha trabajado sobre la base estable de la Biblia. Hay quienes quieren desprender al Espíritu Santo de la Palabra, pero en toda la Biblia se habla de la dependencia que hay entre ambos: la espada del Espíritu es  la Palabra de Dios. Si cerramos la Palabra, el Espíritu Santo no actuará, porque lo que usa las Escrituras para hablar a nuestra vida y corazón. Quiere decir que, como dice Pedro, en la Biblia tenemos la palabra profética más segura. Cuando hablamos de profecía, no nos referimos solamente al futuro. El profeta es el que habla en nombre de otro. La primera vez que aparece la palabra profeta en la Biblia es en el libro de Éxodo, cuando Moisés no quiere hablar al pueblo y Dios le dice: “Aarón será tu profeta”, lo que quiere decir que Aarón hablará en su lugar. Y los profetas hablan en lugar de Dios;  Dios los usa para trasmitir su palabra a nosotros. Pedro dice que nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. Es decir que no leemos las ideas de Pablo, ni de Pedro, ni de Ezequiel, ni los razonamientos y conclusiones a las que llegaron. Si bien todos usaban la razón, lo que llega hasta nosotros es la palabra de Dios infalible, comunicada a través de una persona que es usada con todas sus capacidades, pero que es inspirada por el Espíritu Santo. Los escritores de la Biblia dejaron por escrito lo que el Espíritu Santo les mandó; fueron instrumentos escogidos de Dios para trasmitir infaliblemente la verdad. La palabra inspiración justamente significa esto: exhalado por Dios.

El Señor Jesucristo le dijo a los primeros discípulos: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”.  Y el Espíritu Santo trabajó activamente durante el siglo primero para que la iglesia no solo tuviera los libros, sino para que fuera reconociendo y compilando lo verdadero y descartando lo falso hasta que llegamos a tener una base de fe sólida que es el Nuevo Testamento.

¿Por qué la necesidad de la Reforma? Porque en los largos años que van desde los comienzos del cristianismo hasta la Reforma, lo que trasmitieron los apóstoles, y lo que está escrito en los evangelios y en las epístolas, fue celosamente conservado por el pueblo de Dios durante los tres primeros siglos. Cuando el emperador Constantino primero toleró y después oficializó el cristianismo, se empezó a mezclar el poder civil con el poder religioso. Y cuando esto ocurre, la mezcla resultó explosiva y perjudicial a la fe. La falta de acceso a la palabra de Dios hizo que se inventaran muchas doctrinas que no estaban en ella y nada tenían que ver con las enseñanzas de Jesucristo y de los apóstoles.

Comenzaron a surgir doctrinas erradas, sin raíces en la palabra de Dios. Y muchas veces, de la opinión que circunstancialmente dieron alguno de los comentaristas bíblicos del pasado, se extrajeron verdades eternas que se consideraron infalibles.

Por ejemplo, cuando le preguntaron a San Agustín qué pasaba con los que morían habiendo pecado, él dijo: “Seguramente Dios tiene alguna forma para purificar a estas personas”. Partiendo de esta simple frase, se inventó el concepto de Purgatorio, idea que sigue en vigencia hasta la actualidad pese a no tener fundamente bíblico. Muchas de estas falsas doctrinas fueron aprovechadas o gestadas por el poder político de turno, que se mezclo perversamente con la fe.

Cuando uno visita a las catacumbas donde se reunían los primeros cristianos, se encuentra con esos grabados en los que Jesucristo aparece con los discípulos; resulta muy difícil diferenciar a unos de otros, porque la humanidad de Cristo era real y tangible para ellos. Cuando Constantino comienza a hacer su obra, aparecen entonces los templos con el pantocrátor: un Jesucristo enorme que muestra como señor del universo, dominando todo, como diciendo: obedezcan al poder civil porque si no, me enfurezco con ustedes. La iglesia se convirtió en funcional al poder civil y junto a este concepto erróneo, surgieron muchísimas prácticas corruptas.

Por ese entonces, muchos sacerdotes eran analfabetos. Había bajado notablemente el nivel de la fe; el sistema religioso se contaminó totalmente: ser eclesiástico era subir un peldaño en la escala social. La práctica del concubinato era cosa común entre los ministros religiosos, como da claro testimonio la literatura de la época. Se desvió el culto, la exposición de la Palabra quedó relegada, la Biblia fue recluida en los monasterios y reemplazada por el ritual y la liturgia, a la que se le dio muchísima más importancia que a la Biblia. Los hombres comenzaron a ignorar lo que decían las Escrituras. La recibían como quien toma agua por las cañerías: nunca accedía a la fuente original. La Palabra de Dios estuvo secuestrada: la encerraron y nadie podía consultarla; los ministros religiosos eran los que tenían que trasmitirla, pero nadie podía ir al libro original para contrastar los conceptos.

Por supuesto que esta ignorancia permitió armar un sistema económico perverso: los obispos y sacerdotes cobraban el diez por ciento de todos los productos para sostén del clero; se compraban y vendían puestos eclesiásticos; la simonía fue una práctica corriente y esto permitía que legos, totalmente ajenos a lo religioso, compraran cargos eclesiásticos. Cada obispo estaba obligado a contribuir a Roma con todo lo recaudado durante el primer año que ocupara su puesto. Hubo un caso donde un potentados compró para su hijo de doce años el cargo de obispo. Se nombraban familiares en puestos eclesiásticos y, cuando un obispo estaba en la última etapa de la vida, podía hacerse la reservación del cargo.

Éstas son las cosas que a veces no se dicen, pero no las podemos ignorar. Eso era la iglesia cristiana en ese momento y no había opciones. En la práctica algunos compraban varios cargos, y entonces podía ser obispo de una ciudad y arzobispo de otra. Esto se llama plualismo.

El nepotismo, el plualismo, la simonía eran cosas corrientes. Cuando el papa necesitaba dinero, removía los cargos eclesiásticos, porque tenían que reinciar la labor y eso implicaba que durante un año debían contribuir de nuevo a Roma. La falta de conocimiento de la fe desencadenó todo tipo de abusos.

Sin embargo, siempre hubo movimientos que trataron de denunciar esto y volver a la fuente. No se puede ignorar que, durante todos esos siglos de oscuridad, hubo hombres que querían que la iglesia fuera una realmente santa, cumpliendo los principios del evangelio, sirevos que se levantaron para defender la fe aun a costa de su vida.

Pedro Valdo aparece en la escena pública cerca del año 1170, un acaudalado comerciante de Lyon, Francia, quien escuchó el mensaje en boca de un trovador y se convirtió a Cristo. Decidió hacer voto de pobreza en contraste con el clero, que exhibía permanentemente su riqueza. Además, Pedro Valdo comenzó a predicar el evangelio de Jesucristo. Perversamente, el Papa aprobó su voto de pobreza, pero le prohibió predicar el evangelio. Valdo se negó a dejar de hacerlo al tiempo que comenzaba a promover que la Palabra de Dios fuera traducida a la lengua que hablaba el pueblo en lugar de latín utilizado por el clero. Él mismo comienza a trabajar en la primera traducción de la Biblia al lenguaje popular.

El impacto de la Palabra de Dios en lenguaje romance, a pesar de que las copias se hacían manuscritas, fue tal que llegará a marcar a fuego a otros grandes nombres de la iglesia, como Francisco de Asís, quien leyendo los evangelios siente el impacto de la Palabra de Dios. El padre de Francisco había hecho gran fortuna comerciando con Francia, y quería que su hijo fuera militar o sacerdote, porque eran los cargos de la nobleza que elevaban el nivel de la familia. Sin embargo, su hijo, estando prisionero en Perugia luego de una gran batalla, leyó el evangelio y comienza a ajustar su vida a la doctrina cristiana. El Papa Inocencio III citó a Francisco en San Juan de Letrán, sede del Vaticano en aquella época, y lo excomulgó. Francisco volvió entonces a Asís y siguió viviendo en la pobreza sin dejar de predicar. El obispo de Asís fue quien convenció al Papa, argumentando que eran muchos los jóvenes que lo seguían. El Papa lo volvió a llamar y ordenó que convirtieran a los seguidores del pobre de Asís en una nueva orden monástica. Francisco respondió que la única orden que reconocía era el Nuevo Testamento.

Juan Wycliff de Oxford, un hombre de gran preparación, fue el gran reformador bíblico inglés. Nació en 1320 y fue quien inició la traducción de la Biblia al inglés. Wycliff fue condenado por el Papa Gregorio XI; lo protegió el parlamento inglés, salvándole la vida. Los seguidores de Wycliff eran llamados lolardos –balbuceadores–. Se diseminaron por toda Inglaterra, reconociendo a la Biblia como única fuente de autoridad. Criticaban la estructura de la iglesia medioeval, la corrupción del clero y el poder papal, así como las falsas doctrinas, como la del Purgatorio, que se usaban como formas de manipulación.

Juan Hus era doctor en filosofía y teología en Praga, República Checa. Nació en 1370 y difundió por toda Bohemia el movimiento reformista. Fue excomulgado por el Papa: lo citaron al concilio de Constanza, le dieron un salvoconducto para entrar y salir del concilio, peor era un engaño: lo condenaron y quemaron. La fe de los husitas era muy similar a la de los lolardos, ya que se habían inspirado en Wycliff.

Gerónimo Savonarola, en Florencia, quiso reformar la moral del pueblo predicando en Santa María Novella y conmocionó la Toscana. Muchos tomaban las riquezas superfluas y las quemaban en la Piazza della Signoria. Hizo tanto escándalo que  finalmente lo quemaron en ese mismo lugar.

Para tener claras las tendencias reformistas, hay que entender que dos clases de críticas hacia el clero: estaban los que atacaban la parte moral, como Francisco de Asís y Savonarola; y estaban los que criticaban la parte teológica porque conocían un poco más la Biblia, como Valdo, Wycliff y Hus.

Llegó entonces una de las grandes bendiciones de Dios: la imprenta de tipos movibles. Hasta ese momento, para imprimir se tallaba en una plancha de madera la página entera  y se usaba como un gran sello para imprimir. Esto era muy costoso, así que el ingenio de Gutenberg hizo un gran negocio creando la imprenta con tipos movibles: se iba armando la plancha con un tipo al lado de otro, se imprimía y se intercambiaban los tipos para imprimir otra página. Gutenberg vio el negocio, mantuvo oculto su invento y comenzó a producir biblias. Pintaba las mayúsculas con tinta roja y las vendía a un precio un poco más bajo; ganaba muchísimo dinero. Hasta que alguien se preguntó cómo podía producir tantas Biblias y, como vio el rojo de las mayúsculas pensó que Guttenberg había hecho un pacto con el Diablo; de inmediato, fueron a buscarlo para quemarlo. Se defendió revelando su secreto. La imprenta hizo que la Biblia, la palabra de Dios, llegara a todas partes. Ahí surge Martin Lutero.

De ninguna manera estoy menospreciando la figura de un gran hombre de Dios como Martín Lutero, pero no podemos olvidar que muchos grandes cristianos pagaron con su vida para que nosotros tuviéramos hoy la Palabra de Dios. Entonces, creo que este año es de recordación y de celebración porque esa fecha la hemos puesto para eso, pero no olvidemos a los muchos que lucharon para que la palabra de Dios llegara a todos.

El padre de Lutero era minero, pero no estaba en mala posición porque su hijo llegó a ser abogado. Un día, tuvo una experiencia traumática muy fuerte, lo que lo llevó a un convento, comprometido profundamente con su fe. Allí, Lutero generó algunos problemas: entendía que el hombre tenía que confesar todos sus pecados para estar limpio delante de Dios. Y entonces, confesaba hasta lo último que había hecho. Se pasaba horas haciéndolo y nadie lo quería confesar. La carga del pecado era enorme en el espíritu de Lutero. Cuando peregrinó a Roma y se escandalizó de la decadencia que había allí. Su fe era pura, pero estaba plagada de dudas y contradicciones, hasta que un día leyó en la Biblia: “Mas el justo por la fe vivirá” . El descubrir este mensaje, experimentó la paz interior y sintió que era la verdad que le faltaba a la iglesia.

Lutero se indignó cuando llegó a Wittemberg al ver al fraile dominico Tetzel vendiendo indulgencias. Roma necesitaba dinero para terminar la catedral de San Pedro y lanzó indulgencias para recaudar fondos. La indulgencias funcionaban así: se compraba una indulgencia y ya tenía perdonados sus pecados, aun los que todavía no había cometido.

Lutero, con profunda convicción, calvó las famosas 95 tesis en la puerta de la Abadía. Lo hizo porque era una costumbre de la época: cuando alguien quería discutir un tema, hacía una lista con sus ideas y las colocaba en un lugar visible. El que quería, podía responderle también públicamente. Lo que no tuvo en cuenta Lutero era que ya se había inventado la imprenta: a los treinta días, toda Alemania conocía sus ideas y el motivo de su queja.

Lutero nunca quiso dividir la iglesia, sino reformarla para que volviera a la Palabra de Dios. Tampoco se levantó contra la autoridad; solo señaló un tema importante a discutir para que la iglesia recuperara el rumbo. Como respuesta, recibió la excomunión del Papa; fue esta negativa a reflexionar sobres las ideas vertidas por Lutero lo que produjo la división. Tuvo el apoyo de los príncipes sajones porque eso significaba que le quitaban de sus espaldas las cargas tributarias.

Fue entonces cuando comenzó la gran Reforma, basada en cinco principios:

Solo escritura. Únicamente la palabra de Dios como base de la fe.

Solo Cristo. La salvación se encuentra únicamente en Jesucristo.

Solo gracia. La salvación es un don gratuito de Dios.

Sola fe. La salvación viene por la fe en Jesucristo.

Solo a Dios la gloria.

Nuestras iglesias evangélicas son herederas de todos esos hombres que lucharon para que la palabra de Dios llegara a nosotros. Demos gracias a Dios por poder tener su Palabra en nuestras manos: tenemos la palabra viva y eficaz. Si cerramos la palabra de Dios, nuestras vidas van a ser raquíticas y carentes de poder. El pueblo de Dios estará desorientado, el ministerio no será fructífero.

Solamente hay ministerio fructífero, hay pueblo orientado y hay vidas poderosas cuando la palabra de Dios está abierta. Hay que recordárselo a esta generación. El gran dolor de mi vida es mirar y ver que no hay personas entre 30 y 40 años que sean grandes enseñadores de la Palabra de Dios. Hago un llamado a todos los jóvenes de hoy a que busquen en la Palabra de Dios la fuente del conocimiento y de la vida y se aboquen a su estudio. No hay cosa más maravillosa que poder abrir todos los días la Palabra de Dios y hundirse en el océano de la Biblia, que no se acaba nunca.

Hace sesenta y seis  años que leo la Biblia todos los días. Me enseñaron a leer a los cinco años sobre este libro. Mi vida está ligada a la Palabra de Dios. Y si hoy estoy aquí en pie, tengo una familia, tengo hijos, tengo nietos que hoy me están diciendo: “abuelo, estamos en la iglesia” es porque la Palabra estuvo presente en mi vida.

No menosprecien la Palabra de Dios. No la reemplacen con alabanza ni con canciones huecas. El pueblo necesita la Biblia. Hay sed de las Sagradas Escrituras. Necesitamos volver a abrirla y dedicar tiempo a leer, estudiar y llenar nuestra vida de la Palabra de Dios. Cuando se rechaza lo que Dios dijo, prevalecen las doctrinas de los hombres, que son siempre perniciosas. No dejemos que nada la desplace del lugar central que debe tener en la iglesia.

Si fallamos dejando a la Palabra de Dios de lado y empezamos a priorizar otras cosas, van a ser negros los años que vienen. He visto iglesias en Europa, y las estoy viendo también en América, que se han deshecho. Abandonaron la Palabra de Dios desaparecieron. Entré a iglesias que ahora son shoppings o supermercados. Hubo un momento en que ahí estuvo el pueblo de Dios vivo. Pensé: aquí se leyó la Palabra de Dios, aquí se oró, aquí se cantó, aquí los matrimonios vinieron y se consagraron delante de Dios, aquí presentaron a sus hijos. Y hoy no hay nada de eso.

Hermanos, estamos en peligro. La iglesia está abandonando la palabra de Dios. No tenemos grandes enseñadores de menos de 40 años. Y si usted a los 30 años no llega a ser un enseñador de la palabra de Dios, difícilmente lo logre después. Tenemos que empezar a pensar en serio que la base de nuestra fe es este libro, y volver a la Palabra de Dios. Creo que este año tenemos una oportunidad tremenda de revisar la Reforma y de volver a decir: Solo Escritura, solo Cristo, solo fe, solo gracia y solo a Dios la gloria.

Extracto del discurso ofrecido por el pastor  Salvador Dellutri en la Primera Iglesia Bautista de Uruguay el 13 de agosto de 2017.

*Salvador Dellutri: Pastor, Profesor, Periodista, Conferencista y Escritor de libros como: “El mundo al que predicamos”, “En Primera Persona”, “Las Estaciones de la alegría”, “Hay que matar a Jesús”, “El desafío posmoderno”, “La Fe y el sentido de la vida”, “Ética y Política”,  “En primera persona” entre otros. Produce dos programas de Radio Trans Mundial, “Tierra Firme” y “Los Grandes Temas”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *