En Tierra Firme realizamos esta serie de tres programas sobre la Primera Guerra Mundial, con motivo del 100 aniversario de la Conferencia de Paz de País, también llamada «Tratado de Versalles». En este último programa conversaremos con el profesor Claudio Nava sobre qué fue este pacto, cuáles países intervinieron y en qué manera influyó en los posteriores acontecimientos del siglo XX.
Entre la vida y la muerte
Esta lluvia constante de hojas secas
que viene cayendo del cielo raso sobre nuestras ciudades
desde hace semanas continuas
no creo que sea para bien ni es por casualidad
sino que nos vaticina tiempos funestos
El siglo está comenzando
nuestro imperio se está armando
y nosotros estamos en flor
Hay rumores de guerra y rebelión
sin embargo los valses se suceden uno tras otro
las bibliotecas se abren por doquier
los restaurantes se llenan de clientes en los atardeceres
y una despreocupación general
reina entre las ciudades
mientras tanto nadie se preocupa
nadie presta atención a lo que nos depara
hasta que el estudiante bosnio gatilló el proyectil
encendiendo la mecha del polvorín en Serbia
que luego se extenderá por todo el continente
y después terminará poniendo en llamas al mundo entero
Después de llegar tan alto
en refinación y cultura envidiables
nuestra Europa está destinada a caer
sus imperios a desaparecer
y sus ciudades a ser devastadas
Subimos jubilosos a los trenes
que no llevan hacia la masacre
pensamos en nuestra ingenuidad
que la guerra era una aventura romántica y heroica
como la veíamos en los museos
donde los jinetes posaban en ataques triunfantes
con el uniforme impecable
Pero en el tiempo menos esperado
nos hemos convertido en máquinas de matar
y somos el blanco de nuestros enemigos
Nada se escapa de nuestra furia
ni siquiera el eco de nuestras víctimas
Nos atrincheramos fuertemente
a lo largo de cientos de kilómetros a través de las campiñas
Nos abrimos camino entre alambres de espino
Abatimos y nos abaten
El cañón retumba
haciendo volar en pedazos pelotones enteros
la ametralladora nos llama a la muerte
y el gas venenoso nos tiene en zozobra
que termina colapsando nuestras facultades
Pero de todas estas muestras de verdadero infierno
el sharpnel es el más espantoso
una tormenta de bolas de plomo que atraviesa cascos y huesos
dejando estigmas de por vida
Nuestros caballos mueren de agotamiento
tras entregar un esfuerzo titánico e inútil
Transportaron los cañones
con un admirable valor épico
más maquinas que bestias
más humanos que nosotros
Ellos también perciben el sinsentido de esta guerra
sus ojos echan lágrimas cálidas
Se compadecen de nosotros
En esta guerra la imaginación no tiene fin para matar
se recurren a cualquier método
con tal de ganar ventaja
Cada día se suman miles de soldados
otros tantos mueren
y llegan oleadas de municiones
Las bajas son tan numerosas
que apenas nos topamos con hombres vivos
generaciones enteras de jóvenes
mueren en la flor de la vida
A este ritmo no quedará nada
Los bombardeos son tan colosales
que dejan cráteres apocalípticos
estremeciendo la Tierra y dejándonos aturdidos
Estas cargas de artillería constantes
durante días y noches seguidos
nos dejaron sordos bajo los túneles
con traumas de por vida
y ataques de pánico cuando la niebla de pólvora y tierra
dejó en oscuridad al día
que nos parecieron siglos enteros
Somos carniceros y suicidas
somos lobos feroces
nos hemos desvestido de todo rasgo de humanidad
aferrados a nuestro insensatez
Esta guerra es la manifestación de nuestra peor miseria
Gemimos en medio del espanto y bajo la lluvia
nos arrastramos heridos hacia los cráteres
en busca de un instante de refugio
en medio de un océano de fango lleno de cadáveres
Gran Creador
alienígenas o demiurgos
cualquier forma de vida del universo
que nos pueda escuchar
les imploramos que hagan algo para detener esta carnicería
Aquí en Verdún y en Somme
miles de nosotros estamos muriendo
Nuestras mujeres se están quedando solas
nuestros niños están siendo amenazados por la tuberculosis
nuestras madres se consumen esperándonos en casa
nuestros animales nos echan de menos en los corrales
Lloran por nosotros nuestros beatos
los ermitaños y los anacoretas en su contemplación
los desamparados que no tienen cómo huir de este infierno
y las novicias que se consumen en espasmos de angustia
Estamos desesperados por ver el final de esta pesadilla
y en ese afán nos consumimos en ira
Estábamos esperanzados de volver a casa
antes de que terminen la época de las cosechas
Qué ingenuos fuimos al creer
que todo esto iba ser breve y de rápida victoria
El campo de batalla
ya no puede adsorber más de sangre fresca
y ahora fluye por los canales y los pendientes
como ríos tras una tormenta
reclamando a los generales y a los políticos
sus almas arrebatadas
La guerra no había sido como pensamos
al menos no como nos la inculcaron
Comprendimos demasiado tarde
la crueldad y el sinsentido de las beligerancias
la vislumbramos cuando ya es demasiado tarde
Ahora yacemos en el campo de batalla
Fuimos días atrás olas de resistencia
llenas de valor y brío juvenil con un corazón de serpiente
Pronto seremos un puñado de tierra muerta
y una hilera infinita de tumbas
cuyas lápidas dicen que matar está bien
por sentido patriótico
A nuestro alrededor
las ciudades están en escombros
los campos contaminados de balas
los bosques destruidos
los mares llenos de navíos y submarinos hundidos
y el aire impregnado de un olor a sangre
Nuestra tierra está asolada
es como si un cataclismo iracundo
pasara una y otra vez a través de ella
Algunas zonas de campo de batalla
no volverán a ver la vida jamás
La reconstrucción llevará demasiado
nada quedará como antes
ni las vidas sobrevivientes serán las mismas de antes
Las generaciones que se salvaron
cargarán con el estigma
de haber caído tan bajo la humanidad
a pesar de que los pueblos que participaron en esta masacre
hayan sido considerados
como la cuna de la civilización
Al menos para nosotros ya cesó el sufrimiento
ya no estamos condenados a sentir la carne putrefacta
a vivir como ratas entre ratas
ni a cruzar la lluvia de plomo
Ya estamos sacrificados
No tenemos nada más que dar
Nuestro único consuelo
y lo único que nos reconforta el alma
en medio de tanto sufrimiento y devastación
es que la humanidad se haya salvado de la extinción
Eso al menos nos da esperanzas
y de alguna manera nos llena de felicidad
ante nuestras miserias y nuestros infortunios
Esta lluvia eterna de hojas secas
que caen de estos árboles sobre nuestros epitafios
nos recuerdan a los hombres avariciosos
de poder y de gloria
que alguna vez fuimos nosotros